martes, 13 de diciembre de 2011

Segunda velada: Juan José Téllez y Paco Cifuentes

FUMANDO A MEDIAS
UN BRINDIS MIRANDO AL SUR

Noche de niebla y frío en el centro de Madrid, olor a escondite y leña vieja, taconeo rápido en los adoquines de las que queman la noche. Es la segunda velada de Fumando a medias, con Paco Cifuentes y Juan José Téllez. Salpimentada de ron y humo, sucedió como un encuentro de buenos amigos que una vez se contaron, que se tumbaron a mirar a la Luna y que se perdieron de vista durante un breve tiempo.
Para torear al alimón en los subsuelos no está de más conocerse.




(Dibujo de Gloria Cabrejas de La casa de los jacintos, de esa misma noche).





La noche se abrió con la poesía y con una canción, letra de Téllez, adaptada y musicada por Cifuentes. Qué hermosa herida valiente la de Una vieja canción francesa
 “Ya no soy un juguete entre tus manos como en una de esas coplas de posguerra /ni mi corazón  lleva traje de nostalgia como en una vieja canción francesa.”
 Juan José Téllez es de Cádiz y, como si todos los caminos llevasen a la palabra, se acerca y se aleja de ella como periodista, narrador, fundador de revistas culturales. En su oficio de poeta la doma y, a veces, la deja correr más suelta, más cercana al humor nostálgico y negro con el que nos sorprenden los recuerdos. Se metió al público en el bolsillo contando anécdotas, bromeando con Cifuentes: “y, ¿cómo no voy a quererle?”, preguntó cuando el cantautor se arrancó con un hermoso poema que nació una noche después de un encuentro. Algunos versos fueron más cercanos a la experiencia, otros más libres y automáticos. Más rítmicos y el contenido más duro, comprometido siempre. Hay versos que tocaron a los amigos reunidos, que la memoria mecanografió.



STAYING ALIVE

Mientras sufríamos la fiebre del sábado noche
y el vídeo mataba a la estrella de la radio,
ya no subía Lucy al cielo por diamantes
y almorzábamos desnudos con jeringas de opio.

Esferas luminosas reinaban en las discos
entre botas de plata y pantalones ceñidos.
Había otro mundo afuera, a la intemperie,
el de los golpes de estado y la justicia imposible.

Bailábamos inviernos, soñábamos delirios,
porque no habría paisaje después de la batalla.
Mi generación murió en los lavabos públicos
en la era de la clase media y de los telediarios.

Amordazaron el placer con el virus del miedo
y el tiempo fue cortándome este traje a medida:
un hombre canoso a punto de cumplir medio siglo,
con demasiados amigos durmiendo en hospitales.

Tuvimos que hacerle caso a Gloria Gaynor
y sobrevivir al hundimiento de nuestra propia Atlántida
cuando barrían canciones y pastillas de éxtasis,
las últimas banderas del último fracaso.

Hoy he visto volver cansado al motero de Qadrophenia
y Toni Manero me ha dicho que no vuelva a llamarle así.
Los jinetes fáciles que fumaban el raro aroma de las flores
ahora consultan cada día las páginas de la Bolsa.

Hace mucho que perdí la cresta y el collar de púas.
La libertad la empeñé por una pulsera de oro,
pero en noches de tormenta vuelvo a vestir mi pasado
y los espejos me juran que lo que fui sigue vivo.

Tres veces negué a Freddy Mercury en vida
y a menudo usé en vano el santo nombre de Madonna,
aunque mi corazón antiguo despierta de su tumba
cuando oye la música que lo hizo invencible.

Por ella resistí al hogar, al tedio, a la oficina,
o acepté de grado un precio por mi alma.
Entraré al paraíso de los viejos rockeros,
colgado de su brazo sin sombra de reproche.

El poder me venció pero nunca me rendí,
seguí siendo un lobo sin querencia o manada,
porque mantuve la fe en unas cuantas ideas
y en que John Lennon murió para expiar mis pecados.

Paco ejerció esa cosa medio hipnótica cantando, mitad herido mitad canalla, que parece que te hayas quedado sola con él en el sótano-mundo de la Casa de los Jacintos escuchándole. Y aunque no fueron nuevas, quien está detrás de estas líneas se emocionó con Vestida de domingo por la cadencia final del verso repetido y Platos rotos, con esa segunda voz quebrada que se arrancó del público. Las canciones son así, una se despista un instante y se la llevan donde les da la gana.
Realmente hubo algún momento en que yo creo que a los dos les hubiera dado igual el resto del universo, las últimas conspiraciones franco-alemanas, el crack de los mercados, porque ellos estaban ahí, brindando a la palabra. Esto no es malo, es un regalo generoso a los que el viernes pasado nos colamos, escaleras abajo, a través de la luz roja de Los Jacintos.
 Después de Nueve velas… ( a palma, de pie y a capela el nervio)
…se despidieron sin dejarse ir, quedaba algo más: un anafórico y granuja poema escrito a varias manos, inspirado en una noche que contaron a medias, titulado Cambembo. Y el recuerdo en boca de los dos de Tito Muñoz, compañero poeta y su Gasolina, una amarga road movie cantada.
Apuesto a que no fui la única que salió de allí con ganas de sur, arena y luna de Bolonia, de noche, billar y compadreo.
Ahora queda esperar hasta el viernes 16 con tantas ganas de escuchar al poeta Roberto Terán, a quien hoy brindo esta crónica, sentado junto a Paco Cifuentes. No me perdería yo la sobremesa, de estos dos –encantadoramente liantes- amigos y creadores. Creo que ahora andan juntos por alguna montaña, aclarando la voz.
Que no termine esta fiesta.



Dibujo de Gloria Cabrejas
 AROA MORENO


domingo, 4 de diciembre de 2011

Fumando a Medias. Aroa Moreno y Paco Cifuentes.

(Crónica dedicada a Lara Moreno)
FUMANDO A MEDIAS
AROA MORENO+PACO CIFUENTES

Estacio fue un autor del siglo I (d.C.). Estacio escribió un poema (ahora incompleto) que se llamaba la Aquileida. En su poema aparecía un personaje llamado Aquiles. Javier Cánaves es un poeta mallorquín que se precia de vidente. Cánaves ahora tiene incompleto su talón de aquiles. Flecha envenenada es el deporte. 

Aroa Moreno es muy valiente y sabe (y así lo afirma) que donde cae un soldado otro tiene que ocupar su puesto. Es una guerrillera de primera. Así que, poemas al hombro, abrió el primer recital de este ciclo llamado Fumando a Medias que reúne a poetas al alimón con el cantante Paco Cifuentes. 

Llegamos al punto en el que Cánaves quería un reporter exacto de lo que allí sucedió. 

Paco Cifuentes es un cantautor. Y poeta. (Estaremos de acuerdo en que estos dos puntos no siempre coinciden). Paco Cifuentes me dijo ayer por teléfono que al haber participado activamente no debía ser él quien escribiera esta crónica.
Y yo he dicho: Sea. 

Paco Cifuentes ha quedado agradecido y el abajo firmante un tanto desamparado. 
No sé decirle que no. 


Dibujo de Gloria Cabrejas de La casa de los Jacintos, tomando esa noche



La casa de los Jacintos es una asociación increíble. Un local donde reina la libertad, otro bien escaso. Gloria es una de las moradoras de La casa de los Jacintos. Se encargó de las luces, del sonido, de ser agradable. Así da gusto. La casa de los Jacintos es una planta baja con sillones desperdigados donde es posible ver a Shahar Rosenthal echarse una siesta sobre la medianoche. Avanzando hacia el fondo del local y bajando unas escaleras metálicas que hacen un sonido grave al ser pisadas (cuidado con el último escalón) nos encontramos un sótano relativamente amplio que termina en un pequeño escenario al fondo. En ese escenario fumaron a medias Aroa y Paco. 

Aroa Moreno (http://dehuida.blogspot.com/) se sintió cómoda. Compartieron Paco y ella una hora y veinte minutos en un mano a mano poético. El público se mantuvo expectante. Aplaudía poemas y canciones, hecho que sorprendió agradablemente a Aroa. Y así lo dijo. 
No hay costumbre entre los poetas de aplausos continuos. 
También dijo ella: 


Todo ha quedado clausurado, la puerta metálica de los deseos, abierta
desde una madrugada de edificios. Aquella risa vil de sus ventanas. 
Carcajada de luz, voyeur atónito.
Nos han envenenado con la súplica 
de un trabajo veraz, de una casa con flores
y a cambio solo vemos
una vida torcida. Hay fronteras eléctricas entre cuerpos hermanos, 
una costilla exacta alrededor del mundo. Hay mujeres morenas,
doloridas de amor que se tragan el hambre
en la fila del jueves. 
No escribo para nadie. Siempre guardo un espacio 
para luego. No escribo para ti. Ni para entonces. 
Mi latido es un paso 
en un zapato alto por la calle. 


Ha caído otro verso asesinado. 
Ya sabes que respiro, que aquella del jardín es la tibia luz verde 
de mi casa, la que cela la huella de arena de aquel día bajo el árbol. 
Como un tesoro prohibido. 
Como la tiza amarga que dejan los cadáveres. 
Como el anzuelo gris que no elegiste. 




Recitó este poema al completo y otros que tendrán que buscar en su libro Veinte años sin lápices nuevos. Paco la acompañó en ocasiones a la guitarra, acompasados los dos, unidos recitado y melodía. Fue muy hermoso. Aquí sí que no hubo lugar para la ñoñería. Fue una escaramuza sin rehenes. También leyó él algunos poemas, como el que copio a continuación: 




ESTE PAÍS



Este país compungido 

no tiene un vecino 

que, de buena gana, 

le riegue las plantas. 


Este país malherido 

en la conciencia 

maldiciendo a diestra 

y a siniestra sin biblioteca. 


Este país igualado 

en el peor sentido 

la caja tonta de la élite lista, 

la ikeización del activista. 


Este país exiliándose 

amén del low cost 

y el adsl que pagaremos 

hasta que esto acabe. 


Este país mamado 

para olvidar 

el aumento de suicidios 

de padres de inquilinos. 


Tenemos un país de juguete 

con la misma proporción 

de plastas bien alimentados 

y genios con cara de ecuación. 


Al cabo también decir 

que tenemos un país valiente 

pero con poco fondo. 

Un Sáhara inerte. 

Sueño con que esa élite 

entienda que a nosotros 

nos cuesta la vida entera, 

esa cúpula oblicua 

y tan igual al apenas 

uno por ciento mundial. 


Este país enlutado 

mientras papas, berlusconis 

y botines juegan 

con saña al ahorcado. 


Este país estirándose 

la piel latifundista, 

su gomina hacendado 

y la mejor dietista. 


Este país enfermo de apariencia, 

que amo y me da 

ardor de estómago, 

gasta arte en autopistas 

y ciencia en las letrinas.





Yo reconozco que me sentí orgulloso de estar presente. Hay momentos que se perciben especiales. No había ápice de tensión ni de falsas maneras. Era aquello que Paco se propuso cuando una mañana se despertó con una idea rondándole la cabeza: en el fondo se trataba de demostrar que la poesía y la canción de autor no tienen que ser defendidas. Ser poeta, como ser cantautor, no es algo que genere polémica. La polémica está en la falta de calidad y en las basuras que nos hacen digerir los que no tienen mano ni oficio ni criterio ni autoestima que les ladre. Así lo vimos con toda claridad y sencillez los que estuvimos presentes. Tenía que decirlo. Ahora me he quedado ancho. 


Para terminar esta crónica sui géneris me gustaría copiar aquí un último poema. Este cadáver exquisito (en una noche de dualidades) estuvo escrito a tres. Lo leyeron, eso sí, a dos voces Paco y Aroa. La tercera mano implicada es la de Lara Moreno (Lara, allí estuvimos acordándonos de ti y echándote de menos). 


El poema dice: 


Paco: Cafeína. 

El jazz 

como la única mentira. 


Aroa: El jazz 

a pesar de todas las mentiras. 


P: No dejes de hacer trampas. 


A: Juguemos a este engaño 


P: de nervios con espinas, 

de polvos sin esquinas. 


A: Cafeína. 

El vértigo es humano. 


P: Tu costado, 

el embargo de mi vida. 


A: Llevo algo letal 

escondido en la espalda. 

El jazz. 


P: Tu espalda 

en el borde de mi lavabo. 


A: Punto rojo remoto, 

rojo el labio. 

Amanecer llorando. 


P: La mañana es de sombra. 


A: Un sitio donde no estás y yo aparezco. 


P: Otra vez las anfetaminas en el cuerpo 


A: y las manos furiosas. 

Dónde esconderse. 


P: Madrid 

A: voyeur atónito 


P: no es ningún jardín 

A: donde rumiar 


P: lo que nos queda 

entre los dientes. 


A: Madrid no es 

P: Besar 


A: ningún jardín 

P: morder 


A: donde rumiar 

P: chillar

A: lo que nos queda 


entre los dientes. 


P: Por favor, 

esta vez 

no te quedes. 


A: (bajito) El jazz. 


Ya nada más queda esperar al próximo viernes y disfrutar del poeta Juan José Téllez sobre el escenario bebiendo vino y fumando a medias con Paco Cifuentes.



Allí estaré seguro. 

Firma: Roberto Terán.